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Boxeador de la vida
¡Hola! Soy Don Adolfo, un artesano de 73 años con más de medio siglo dedicado a transformar materiales nobles en piezas únicas llenas de historia y significado. Mi camino en este oficio comenzó cuando era un niño, inspirado por mi padre y mi abuelo, quienes me enseñaron a amar las tradiciones y a trabajar con las manos.
A lo largo de mi vida, he aprendido y perfeccionado técnicas que hoy en día comparto con orgullo. Trabajo principalmente con madera, cerámica y lana, siempre respetando los métodos ancestrales que nos conectan con la tierra y nuestras raíces.
Boxeador de la vida
Un siglo de vida es un lienzo infinito donde cada arruga guarda la memoria de risas y lágrimas, cada suspiro atesora los ecos de amores vividos y perdidos, y cada amanecer renueva el milagro de existir, mientras el tiempo, cual pintor eterno, dibuja en el alma los colores vibrantes de una historia irrepetible.
Mi vida es un lienzo en constante evolución, donde cada pincelada es un fragmento de mi alma que se derrama en el mundo. La pintura es mi lenguaje, mi refugio y mi pasión; a través de ella exploro las profundidades de mi ser y comparto mis visiones más íntimas con quienes se atreven a sumergirse en mi universo artístico.
Elegí la calle como mi hogar y la libertad como mi bandera, renunciando a un mundo gobernado por el dinero, donde las almas se pierden en el brillo vacío de lo material; aquí, entre estrellas y adoquines, encontré la verdad que no compra ni vende, y me rebelé contra las cadenas invisibles de una sociedad que olvida lo que significa realmente vivir.
Transito una etapa de la vida donde el tiempo ya no es un reloj que me persigue, sino un compañero fiel que me invita a saborear cada instante.
Como anciano y cartonero reciclador, mi vida transcurre entre los silencios de la madrugada y el crujir de los materiales que otros desechan, pero que para mí son tesoros con una segunda oportunidad. Empujo mi carro por calles que conozco como las líneas de mis propias manos, y en cada esquina veo reflejados los años vividos, las historias recogidas junto al cartón y el plástico.
Me río a carcajadas cuando el sol me calienta la espalda y me enojo con las estrellas que no me dejan dormir. Soy libre de una forma que pocos se atreven a ser. Renegué de las reglas, del reloj, del dinero. ¿Quién necesita todo eso cuando tienes las canciones del mundo en tu cabeza y el rumor de la ciudad como banda sonora?